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viernes, 15 de noviembre de 2019

El origen de una bestia

4 años atrás, la línea 9 era una en el montón. De Retiro a Caraza, con dos ramales que se dividen al llegar al sur, no tenía nada en especial. Coches de aspecto anodino que simplemente se encargaban de transportar a los pasajeros que pagaban por este servicio. Una línea de colectivos perfectamente normal.
Entonces, ¿qué ha pasado para que se convierta en la bestia que atormenta a la gente de Parque Avellaneda y de la Facultad?

El hecho se remonta al lunes 29 de febrero de 2016. El Centro de Estudiantes había sido elegido hace poco y tenían muchas ansias por llevar a cabo sus proyectos de modificación de los recorridos de las líneas de colectivos.
La mayoría pasaba cerca de la Facultad, pero al ser el barrio una zona poco turística, ellos estaban trabajando para hacer que pasen por la misma puerta.
Lograron acordar con la línea 7, con la 114, con la 101, e incluso con la 47 que hace varias cuadras pura y exclusivamente para pasar por la puerta, y luego hace un giro en U y vuelve por donde venía.
Pero no habían logrado acordar con la 56, ni la línea 86.
El 9 no pasa cerca de allí. Nunca lo hizo.

Nicolás, el encargado de llevar este proyecto a cabo, había estado recibiendo presiones de sus superiores para que cerrara efectivamente el acuerdo con todas las líneas. Tras muchos llantos y semanas de estrés, finalmente envió un correo extensísimo detallando por qué no era posible para las líneas 56 y 86 cambiar su recorrido.
Su 'jefe', Blas Arquímedes, no estuvo satisfecho con esta respuesta pero decidió conformarse con las cuatro líneas que había conseguido desviar.

Nicolás se sintió inútil, torpe, y necesitaba hacer algo más para que Blas Arquímedes no lo viera por el resto de su vida como "el que no pudo desviar el 56 y el 86".
Entonces tuvo esta idea; la idea que, sin saberlo, acabaría con él.

Nicolás presentó un escrito a toda su junta mencionando "desvío de la línea 9". Este escrito contaba el nuevo recorrido que la línea 9 tomaría a partir de julio, el cual incluía una parada en la puerta de la facultad.
Por supuesto, esto era un bulo. Un invento. Una farsa. Ficción. Fantasía. No existió nunca tal acuerdo, ni se puso jamás en contacto Nicolás con la línea 9.
Sin embargo, allí estaba ahora el cartelito en la puerta: "Línea 9".

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Había llegado julio, y era hora de que el "nuevo recorrido" comenzara a surtir efecto. Nicolás estaba un poco nervioso, pues sabía que su historia era una bomba de tiempo. Todo el reconocimiento que Blas Arquímedes le había entregado desaparecería en un santiamén.
Comiéndose las uñas, se sentó junto con Blas y toda la junta a esperar al 9, para hacer una bienvenida inaugural.
Sus dedos comenzaron a sangrar por causa de la poca uña que le quedaba. "Doloroso, pero peor es lo que viene", pensaba.

Ya había pasado bastante tiempo y no asomaba ningún colectivo 9... Blas comenzó a sospechar que algo andaba mal, pero no emitió palabra.
Todos comenzaron a impacientarse, mirando sus relojes de forma intermitente.
Nicolás tenía 6 de 10 dedos sangrando.

Y de repente.
Dobla la esquina.
Un colectivo verde, muy similar al 114.
Pero con un número enorme en el frente:

"9 / Ramal UTN".

La junta comenzó a aplaudir frenéticamente. Todos menos Nicolás, quién estaba al borde de desmayarse.
"Vamos a tomarlo!", le espetó Blas.
"Hoy te doy el día libre. Sé que este te lleva a tu casa Nico, subite nomás. Bien hecho."

Nunca se supo más nada sobre él.

Nunca más nadie del centro se subió al colectivo.

Nadie lo vió. Nunca más.

Al menos, nadie que quiera verlo.

sábado, 9 de noviembre de 2019

El nueve

Era el cruce entre Mozart y Saraza. O más bien, el giro, porque ninguna calle seguía después de ese cruce. Quizás este lugar queda mejor definido como el fin de la avenida Santiago de Compostela, o el choque de Santander con Mozart. Todo esto es prácticamente el mismo lugar, con una diferencia de no más de 60 metros. En la vecindad de esta zona puedo ver varias paradas de colectivos. Muchas más de las que esperaría, pero bueno, parece que estas líneas torcieron sus recorridos para pasar por la puerta de la Facultad. Se leen muchos números, 7, 114, 101, 47, números muy lindos y todos de color azulado o verdoso. Estos colectivos pasan por Saraza y Mozart incesantemente, uno atrás del otro, sin parar. Pero hay otro. En la mismísima puerta de la Facultad, altura 2300 de la calle Mozart, veo siempre ese cartel que me está por enloquecer. "Parada línea 9".
Al principio no lo había notado; entre tantas líneas de colectivo pasó desapercibido. Pero un día comencé a notar que nunca, jamás había visto un 9. La gente comentaba "sí, yo lo ví solo una vez", "ah, yo lo ví dos veces", "no, ni idea el ¿9?". Pero los testimonios del avistaje de 9 existían.

Fue cuestión de tiempo para que un día, lunes lluvioso a la madrugada, me encontrara transitando Santiago de Compostela en la línea 7, y segundos antes de doblar en Mozart, se produjera el milagro:
Un microómnibus verde, de apariencia similar al querido 114 (sus coches nuevos, los anteriores eran una basura) se escapaba furiosamente de mi vista. Sin embargo, olvidó un pequeño detalle: el número de línea se encuentra en los laterales del colectivo, y ahí pude ver con claridad: "Línea 9".
Inmediatamente se fue.
Nunca más lo ví.
Fue anécdota para el día, primer avistaje de 9. O eso creía.

De curioso, al llegar a casa ingresé al sitio web Omnilineas, en el que los recorridos de todas las líneas están a disposición de quien desee verlos. Tecleo "9".
"Enter".
Palidezco.

La Línea 9, de dos ramales, no pasa ni siquiera cerca de la Facultad.
Ya de forma eléctrica, me dirigí hacia otras fuentes. Wikipedia, veamos. Artículo: "líneas de colectivos de Buenos Aires". Línea... A ver... 9, aquí está.
Cargando...

Es azul.
El 9 es azul.
Pero, pero... yo lo ví... Es VERDE

En un estado de confusión máxima, no pude hacer otra cosa que no fuera preguntar a mis compañeros: ¿de qué color es el 9 que vieron?

"Blanco, medio verde". "Verde claro, todo verde". "Rojo, como el 141". "Creo que era azul oscuro".

Crisis, crisis, caos y destrucción. Nada tiene sentido. Todo es ilógico. Me voy a dormir.

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Pasan varias semanas. Ya había recuperado la compostura. Creo que es hora de salir de casa.
Hice mi querido recorrido usual, tomando dos colectivos para llegar a mi Universidad.
Bueno,  "querido" es un eufemismo de demencial, demoníaco, desagradable, e incómodo. Incómodo como tener que tener ropa mojada todo el día. Desagradable como encontrar una mosca en la sopa, junto con pelos, cucarachas, todo menos sopa.
Día muy nublado. Nubes negras flotaban sobre mí.
Estaba el 7 en la rotonda de Laguna, y yo dentro en el asiento de adelante de todo.
Estaba el 9 delante de nosotros.
"¡¡El 9!! ¡¡El 9!!" grité frenéticamente. Nadie pareció inmutarse. Ni siquiera el chófer, quien por mis gritos debería haber quedado sordo.

Acto seguido, como una paloma cuando descubre que la están siguiendo y se va volando, el 9 dobló por una calle en contramano y se desvaneció.
Al pasar por esa calle, miré hacia el horizonte, y no había rastro alguno del colectivo.
¿A dónde habría ido? No hay forma de que hubiera recorrido toda la cuadra y doblara en ese tiempo. Fueron apenas 2 segundos.
"¿Viste eso?", le pregunté al chofer.
No respondió, ni siquiera levantó la vista. Parecía como si yo estuviese viendo un video de un tipo manejando un colectivo, y estuviera dentro de él.
Miré a mi alrededor, y toda la gente estaba sentada silenciosamente, sin decir una palabra, ni mirar a nadie.

Llegamos a la parada de la Universidad, y toda la gente bajó a la vez. Yo bajé último.
Al pisar la calle mojada, esquivando los charcos, decido levantar la vista.
No había ningún 7, ninguna persona. Nadie había hecho ningún ruido.

Quizás se tomaron el 9.