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jueves, 18 de enero de 2024

Músculos dulces

El agua te golpea como una brisa de mermelada. Brazada, brazada, son como cucharadas. Recientemente había visto un video que mencionaba que nadar en una pileta llena de agua cuesta el mismo esfuerzo que nadar en una llena de jarabe. Aparentemente, la fuerza adicional que puedas hacer en la pileta con el fluido más viscoso se cancela con la fuerza de resistencia que aplica el mismo líquido. O sea, podés empujar más fuerte, pero avanzás menos. Yo aún no lo probé, así que no puedo confirmarlo.

¿O sí?

Brazada, brazada, sigo sintiéndome en un tazón de cereal con leche, azúcar. No es un pelado lo que estás viendo. No es agua lo que estás viendo.

Innegablemente, practicar natación es una de las cosas más disimuladamente asquerosas que realizan los deportistas y entusiastas con una frecuencia sorprendentemente alta.
Si te diera un vasito de jugo de axila, un vasito de un buche que me acabo de hacer, una botellita de una infusión extraída de la calva incipiente de un cereal, estoy seguro de que no dudarías un segundo en tomarlo o, al menos, enjuagarte los dientes con esa mezcla espectacular. Digo, en base a lo que se ve en el natatorio, ese es el accionar de todo nadador.

Y considero que estuve bastante ligero en la elección de bebidas.

Cómo olvidar el momento en el que aquel o aquella nadadora inmensa, de proporciones astronómicas y velocidad caracol, nos deleita gratuitamente con un espectáculo sin par desplazándose a la velocidad del agua de pantano frente a nosotros. Un espectáculo para todos los sentidos, evocando todas las emociones, todos los placeres. Siempre es bueno probar nuevas bebidas.

Y seguir nadando en el dulce de leche. En la crema pastelera. En la crema chantilly. El mousse. El almíbar.

Un nadador principiante puede nadar 1000 metros en menos de una hora. Uno intermedio, unos 2000. Aquellos avanzados, que ya comienzan a hablar más fuerte y a acaparar andariveles como si se tratara de cosa propia, pueden llegar a los 3000 o incluso más. Los que saben pueden llegar a los 5000.

¿Alguna vez caminaste varios kilómetros por un bosque de churros? ¿O por uno de medialunas? ¿Podías hacerlo ahora? Por favor. Te espero.

Considerando que volviste de caminar por lo más parecido a una reserva natural de brownies que encontraste en tu barrio, en primer lugar te felicito; en segundo lugar, te quiero hacer notar lo siguiente:

¿Cómo sentís los músculos?

No es fácil atravesar un mato así de espeso y salir airoso. Lo más probable es que salgas azucaroso.

Van 1000 metros, 1500 metros, 2000 metros. Brazada, brazada, patadita, y azúcar. Patada, brazada, patada, y azúcar. Listo. Una hora. Terminé.

Salís del agua, directo a la ducha. Hay que sacarse el jarabe de la piel; podría resecarla. Después te pica todo y no está bueno. Duchita, y elongamos.

Estiramos una pierna. Cómo duele, che. El brazo, siento los músculos cortitos. Son como tiras de caucho que están un poco estiradas, pero no van más, están duros, cortitos, dulces.
La leche abunda, y se siente. Estirando cuádriceps, estirando bíceps, tríceps, me siento el hombre más rígido del planeta. Sé que mañana voy a tener los músculos totalmente dulces.

Cuando te despiertes, serás el hombre galleta. Toda la sensación en tu cuerpo entero será de dulzura. No es cansancio. No es fatiga. Están dulces.

Abrite un brazo, fijate, vas a ver cómo están.

Probalos, atrevete. Es el sabor más dulce que hayas sentido.
Se ven blancos. Qué raro, ¿no? No sé qué es esto. Pero es dulce.

Intuyo que la próxima vez me voy a disolver en la pileta.