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martes, 13 de febrero de 2024

La línea de abajo

Estoy cansado, pero igualmente me parece un desperdicio no contarte sobre esta anécdota que traigo de hace unos días atrás.

Yo no tenía idea, pero hay cosas en nuestros aeropuertos que la mayoría de las personas no saben que existen. Yo definitivamente estaba en esa mayoría el fin de semana.

Viste como es el aeropuerto. Es bastante grande, y hay muchos pasillos que se conectan el uno con el otro formando un laberinto tácito; parece ser que todo está indicado y solo hay un camino posible, pero en realidad no hay ninguna salida posible. Una vez que entrás, no vas a poder salir nunca.

En uno de esos tantos pasillos, bajando medio por accidente, podés encontrar el transporte terrestre por vías. Hay algunos trenes que conectan distintas terminales o zonas, y algunos que van directamente hasta la ciudad. Es algo que nunca pude chequear, lamentablemente, porque no me acuerdo dónde queda el aeropuerto y no llegué a tomar esos trenes.

Pero hay uno que sí pude ver.

Esa vez estaba con unos amigos; nos íbamos de viaje juntos. Supongo. Viste que siempre algún conocido hay.
Pasamos los controles de seguridad y demases, y finalmente llegamos a ese oscuro pasillo, con algo de olor a humedad y a encierro, con luces muy tenues propias de las antiguas zonas del Subterráneo de Buenos Aires.

Debe ser, supongo yo, un servicio aparte del aeropuerto con el que simplemente te permiten conectar, porque no tiene nada que ver con el resto de los pasillos y túneles de los edificios que veníamos recorriendo. Acá, súbitamente, nos encontrábamos en un ambiente turbio e incómodo, pero imagino que para el precio debe haber estado bien. No me acuerdo cuánto salió.

Había un muchacho muy venido a menos, visiblemente adicto a alguna sustancia (o a muchas), medio sentado, medio acuclillado, medio tirado en un banco de esos que hay en la estación. Se estaba intentando inyectar algo, alguna cosa rara de proveniencia y compostura extremadamente incierta, con unas agujas sucias y destruidas. Realmente llamaba mucho la atención ver a esa persona ahí, junto con todos los demás pasajeros, aunque si me pongo a pensar no recuerdo haber visto más pasajeros.

No sé por qué razón, mi atención decidió desviarse hacia el cartel de la estación, dejando al adicto y al otro fisura que había por ahí en un segundo plano; confiando plenamente en la seguridad que nos brindaba la Línea. Cosas que pasan bajo tierra, supongo.

Tampoco sé si debería considerar más llamativo el hecho de que el cartel dijera "Línea E - Japón", o que yo estuviera ahí sin saber hacia donde iba ese tren. Pero sí, la Línea E de Subtes llega hasta Japón ahora. Mirá lo que me vengo a enterar yo, che.

Recuerdo que en ese momento le pregunté a un amigo algo así como: "¿¿¿???", y me comentó que este era un nuevo ramal de la Línea E que iba directo hasta Japón, pero no sabía bien a qué parte. Me pareció muy sensato, y me resultó un poco extraño no haberlo visto en ningún lado antes, pero bueno, ya estabamos ahí.

Me dijo también que la Línea E original pasaba por abajo de esa misma; es decir, era un ramal que estaba montado sobre el otro. Supongo que en algún lugar habría algún tipo de configuración de las vías que le permitía a los trenes pasar de un ramal al otro, o alguna cochera intermedia, o algo por el estilo. No llegué a ver ningún mapa, lamentablemente.

Ahí, recién ahí, me decidí a mirar un poco la estación. Estaba extremadamente mal iluminada, medio con algunos focos amarillentos que le daban un aire total y absoluto a una estación abandonada. Junto con el fisura, realmente planteaban un lugar sórdido. Sigo intentando recordar si había más gente o no, pero no recuerdo mucho. Sospecho que no había muchos más. Viste que en la Línea E nunca hay nadie más que ánimas perdidas vagando por los túneles. No lo noté solo yo, preguntale a Mosquera.

Era una estación amplia y grande, y también era estación terminal. Se podía ver, abajo de los carteles que decían "Línea E - Japón", que las vías terminaban y había algunos dispositivos de seguridad por si los trenes se quedaban sin frenos. Me pareció curioso. Una determinación total a no prolongar la línea más allá de ese punto. ¿Sería una estación viejísima adaptada, una usina, algo así?

También me pareció curiosa la profundidad de esta estación; podía ver hacia arriba y apreciar que los techos eran gigantes, altísimos. Se veía la entrada muchos metros más hacia arriba, como si estuvieramos en la parte inferior de un precipicio y miráramos hacia arriba. Pseudo alegórico a una mina, o a un sector lúgubre de una fábrica de algo. No me acuerdo cómo se bajaba, supongo que había escaleras o ascensores.

No me percaté de si había barandas o no arriba, porque esa debía ser una caída vertical de unos 40 metros, o quizás más. Me arrepiento de no haber mirado hacia abajo cuando estaba arriba, eso seguro era un buen lugar para fotos.

Es loco, ¿no?, cómo quedan estas cosas abandonadas ahí, abajo de la tierra, y posiblemente queden así por años y años, e incluso siglos y siglos después de que la humanidad decida dejarla de lado; o bien, ellas dejar de lado a la humanidad. Siempre pienso algo similar cuando veo rascacielos gigantescos: ¿cuánto tiempo van a durar ahí? El mero hecho de su existencia implica que sus autores buscan extender su presencia de forma indefinida. Pero eso no va a poder ser; eventualmente, habrá un deterioro irreversible en su estructura, en su contexto, en su razón de ser, y algo deberá suceder al respecto. ¿Será el hombre quien decida entonces su destino, o será el mismo edificio el que lo haga?

En fin, ahí estaba el túnel y ahí estaba yo en el túnel. Eventualmente, algún uso le íbamos a dar. Vivan las herramientas.

Después de unos segundos, sorprendentemente, veo que llega uno de esos Fiat Materfer a toda velocidad a la estación, sin ánimos de detenerse. Se lo hago notar a un amigo. "Che, ¿es el nuestro ese?".

Me sorprendo (pero no me asusto) cuando el tren sigue acelerando a fondo, incluso cuando se encuentra a metros de colisionar con los arfetactos anti-tren diabólico sin frenos, y definitivamente me confundo bastante cuando veo que el tren no solo no choca contra esos objetos, sino que sigue de largo atravesando esa pared, ese intérprete de acantilado, sin mover su compostura ni un centímetro.

Parecía un tren que literalmente se había hecho intangible y que prendió su habilidad para atravesar paredes y todo lo que quisiera tocando un botón más de los tantos que tiene su panel.

Estaba bastante confundido, evidentemente, porque no es algo que los trenes hicieran habitualmente. Por lo menos, no en la Línea E (ramal Japón), a mi entender.

Me acuerdo la cara de un amigo cuando el tren seguía avanzando y, en el momento que esperaba la colisión con la pared pero no lo hizo, cambió su cara de simplemente un gesto expectante a un gesto como de éxito, de tarea cumplida, de progreso. No sé bien como describirlo. Casi que lo festejaba.

Le pregunto, bastante atónito porque yo pensé que todos esperábamos que se estrellara: "¿Qué onda eso, por qué sigue de largo?". Es gracioso que ni siquiera le pregunté cómo era posible que un tren traspasara paredes ni por qué había un ramal de la Línea E que iba a Japón, sino que mi pregunta radicaba exclusivamente en averiguar por qué el tren no frenaba en esa cabecera y, si pertenecía a otro ramal, por qué tenía que pasar por las mismas vías.

Él me mira y me explica que esos eran los otros trenes, los que estaban en la Línea E original, que pasaba por abajo. Yo ahí me quedo muy conforme con la respuesta, le agradezco, y vuelvo a mi estado de calma común. Pensándolo ahora, no entiendo por qué me satsifizo esa explicación. En absoluto. En un túnel fantasma y rodeado de adictos, poca luz, poco aire. No era un lugar para estar pasándola tan bien como yo lo estaba pasando. Celebro el bienestar, supongo.

Lo que puedo interpretar es que realmente yo, en ese entorno, ya asumía que todo iba a ser cualquier cosa, y al momento de presenciar la cumbre de toda confusión y bro-momento hubo una sola cosa que no pude resolver: ¿Por qué no frenó en la terminal?. Creo que es coherente, dadas las circunstancias, asumir que hay cosas que no podemos entender.

Después de todo, es sabido que la Línea E tiene muchas características únicas y peculiaridades asombrosas. Una de ellas es que conecta con el Premetro. ¿Quién tomará ese transporte, no? Otra de ellas es que sus vías y sus trenes fueron protagonistas (literalmente personajes) en una gran película de cine argentino: Moebius. Así como en el universo de Stephen King existen personajes malignos que se manifiestan a través de elementos no necesariamente humanos o humanoides, como el Hotel Overlook, tranquilamente puede resultar que la Línea E, ya sea ramal Japón o ramal Emova, sea otro de ellos.

Sigo sin acordarme dónde queda ese aeropuerto. Si alguien sabe me avisa.