En un templo de alguna religión y cultura que el tiempo ya ha borrado, hace tantos años que ya perdimos la cuenta, residían pacíficamente dos alumnos y su Maestro... Todos los días a las 5 a.m. se levantaban a realizar el ritual del plato. Consistía en sentarse en el suelo, con los pies descalzos, cruzar las piernas, y observar un plato que ellos mismos habían fabricado por una hora. De esta forma, decía el Maestro (estaba medio chiflado pero igual sabía algunas cosas), podrían apreciar su propia creación, y permitía reflexionar sobre cómo es posible manipular la materia a gusto y crear lo que se nos dé la gana. Eso decía el Maestro, pero la verdad era que los platos que hacían sus alumnos eran exportados para ser vendidos como artesanías. Aunque tiene algo de verdad lo que decía el Maestro. En fin, los platos eran platos comunes y corrientes, no necesariamente los que sus alumnos habían, con tanto recelo, creado para admirar.
Uno de aquellos días, un alumno se despierta un poco dolorido, pues la noche anterior había estado... haciendo rituales distintos. Dejémoslo ahí. Este alumno, luego de dirigirse al Estante Sagrado de la Cocina para prender un plato y proceder a realizar su ritual, procedió a sentarse en el piso junto a su queridísimo compañero, quien estaba mirando fijamente un plato en el piso. Naturalmente, el alumno que se había despertado dolorido, también estaba mareado, y además, no veía nada. Estaba ligeramente en ruinas. Accidentalmente, trastabilló, y pisó el plato de su queridísimo compañero; no sólo lo pisó, sino que luego se tropezó nuevamente, dando lugar a una patada ninja que impuso una fuerza en el plato, provocando una trayectoria lineal que fue interrumpida únicamente una vez que el plato alcanzó la pared y se le salió un pedazo.
"¡Has profanado mi plato!", le dijo quien había sido su queridísimo compañero; pues ahora estaba re caliente.
"¡Oohh! Q carajo, quiero dormir lpm", le replicó su amigable compañero en ruinas.
"¡Maldito seas! ¡Pagarás por lo que has hecho!", fue la respuesta que recibió.
Seguido a esto sucedió algo que puede ser descrito como 'quilombo'; era el caso que el alumno dormido no presentaba ni el más mínimo grado de interés para recuperar la pieza que se había salido del plato que se hizo bosta contra la pared, y era el caso también de que el alumno cuyo plato había sido perjudicado tenía un conocido que era policía.
"¡Le diré a mi policía y ya verás! ¡Pagarás por mi plato!"... esa y otras amenazas fueron lanzadas en los minutos que le siguieron a aquel suceso.
Entonces, hizo su aparición el Maestro.
"¿Qué carajo sucede en mis aposentos? He de poner orden. Cuenten inmediatamente lo que acaba de suceder, y mañana me hacen un plato nuevo eh.", dijo solemnemente el Maestro de los Maestros.
A continuación, ambos alumnos contaron lo sucedido, cada uno, naturalmente, desde su punto de vista.
El Maestro, una vez estuvo perfectamente al tanto de la situación, se dirigió a la Santa Cocina y el Mueble de los Platos, prendió el plato de su alumno dormido, y procedió a lanzarlo contra la pared.
Luego, tomando la pieza que se había desprendido del plato, vociferó:
"Ahí lo tienes, queridísimo alumno cuyo plato ha sido vulnerado. Ahora ve, obliga a tu compañero irresponsable a que pegue este pedazo al plato que ha sido dañado, y tendrás un plato nuevo para venerar."
"En cuanto a ti, alumno dormido, cabe recalcar que presentas un grado considerable de estupidez, y por consiguiente, tu plato estará ahora dañado por siempre, simbolizando el pedazo de cerebro que te falta,
Lo que el Maestro bien sabía, era que la pieza perdida del plato que su alumno hizo reventar contra la pared probablemente habría caído en una zona de la Sala del Ritual del Plato, en donde el alumno que había causado tal injuria siempre tomaba la merienda. El Maestro sabía claramente que él la encontraría en unas horas.
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"Upa... ¿y esto?", dijo el alumno, luego de haber dormido la siesta, cuando se dirigió a merendar y encontró la pieza perdida. "Carajo, el maestro es un campeón. Rompió mi plato porque sabía perfectamente que iba a encontrar la pieza... Que hijo de mil p" y la frase continuó por tres letras más.
"¡Maestro! ¡Usted es un hijo de mil p", entre otras letras, le dijo el alumno a su Maestro cuando se enteró del plan macabro que había llevado a cabo. "¿Cómo sabía que iba a encontrar la pieza? ¿Cómo sabía donde se encontraba sin siquiera buscarla?"
A lo que el Maestro Hijo De P le respondió:
"Querido... ¿Sabes todos los platos que he roto en mi vida? Las malditas piezas siempre terminan en los lugares más inesperados... Parece que lo hacen a propósito las hijas de remil p", algo más dijo después de eso pero no consideramos que sea relevante. "Sabía que el lugar ese donde tomás la merienda, que es una porquería, dicho sea de paso, y encima está todo sucio, ahí siempre van a parar esas piecitas de mier", quizás dijo 'miércoles', no lo sabemos.
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Y así fue como el Maestro logró un perfecto intercambio de piezas, logró hacer justicia obligando al alumno a pegar ambos platos, y quedó como un campeón; un grande el Master
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