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sábado, 11 de septiembre de 2021

Bichitos

Si esto aún no pasó... ¿pasará?

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Ya no había sol en el cielo, ya no había sonidos afuera, ya habíamos cenado. Todo indicaba que era la hora de dormir.

Metido entre las sábanas y frazadas, intentaba en vano recordar la última vez que se habían cambiado.

Debían estar ahí desde el primer día que hizo frío. O empezó a refrescar.

Estando vecinos a la primavera, esto había sido hace un rato ya.

Pensaba... ¿3 meses? ¿4 meses? ¿Están desde el invierno anterior, 1 año? No se sabe. Pero andan.

La cama está empotrada en un lugar rebuscado, de difícil acceso cuando se habla de cambiar las sábanas. Podría tranquilamente suceder que tu espalda se convierta en una copia fiel de la del David, insultos mediante.

No es fácil cambiarlas. Y, más importante, no parece necesario. Sumándole la volatilidad del tiempo, los meses pueden transcurrir como si nada, y las sábanas permanecer ahí.


Además, convierte al dueño en un benefactor social. O 'sucial'.

Esta cama que me estaba dando cobijo, también lo hacía a unos bichitos de tamaño pequeño que alguna que otra vez había visto por ahí.

No sé de dónde vinieron, pero ahí andaban. Charlamos un par de veces, incluso llegamos a jugar unas manos de truco.

También nos divertimos jugando a las peleas juntos, cuando aparecían montados en mis brazos o piel en general.

Ese día, ya metido en la cama calentita, tapado con todas las capas hasta arriba, salía solo un chorrito de luz proveniente del celular entre la oscuridad espesa de la habitación, celular que había agarrado para conversar un poco por WhatsApp antes de zambullirme en el sueño.

Siento un poquito de comezón en la piel. Me causó gracia, porque yo le había dicho a los bichitos que no me molestaran para dormir.

Me rasco, y le comento esta curiosidad a mis contactos por el celular.

Es interesante, porque llegado un punto ya no sabemos qué es real, y qué es invento del cerebro.
Empiezan a picar más partes del cuerpo. Me sigo riendo, como si me estuvieran haciendo cosquillas mis amiguitos.

Pican un poco más. Levanto las sábanas y me fijo. No había nada.
"¡Qué curioso! Me lo estoy inventando todo. Ya me dejaron en paz, son respetuosos y como les dije que no me piquen no me pican."
A vos te debe estar picando el cuerpo ahora, y no hay ningún bichito por ahí. ¿No? El cerebro es curioso. ¿No?

Hasta que siendo una mordida.
¡Me parece muy divertido que el cerebro pueda crear sensaciones así, tan reales, tan intensas!

Me toco, en el muslo, y siento algo húmedo y que me duele, como una herida recién causada. Justo donde había sentido la mordida. ¡Increíble! No sabía que podía generar una sensación tan real solo con la mente.

Dejo el celular a un costado, y la oscuridad de la habitación se vuelve ahora total.


Más cosquillitas. Ahora en los pies. En ese extremo de la cama, las sábanas se están saliendo un poco y siento un poquito de frío.

Ya se habían caído todas las capas de ropa de cama al piso, unas 4 o 5 veces en todo el tiempo en el que estuvieron en servicio.
Ante la vagancia de buscar sábanas nuevas, opté por dejar esas mismas, total el piso no estaba tan sucio. El rocío de la noche lo limpiaba a diario.

Siento algo suave entre mis dedos del pie izquierdo. Exclamo un sonido medio risa, medio nervioso, porque ya me estoy empezando a molestar. Digo. Sean los bichitos o sea yo, ya quiero dormir.

Cierro los ojos, me ladeo hacia un costado, y decido ignorar todo esto para dedicarme a dormir de una vez.

En el oído nunca me entran bichos.
Por eso cuando sentí un cienpiés caminando e introduciéndose en el conducto auditivo, supe que no era real. Y cuando pasó el segundo, lo mismo. Los ignoré con seguridad.


"Mañana creo que debería cambiar las sábanas", pensé, porque ya me iba a quedar esta sensación de incomodidad, como un recuerdo rarito, y prefería dormir bien antes que eso.

Pero no llegué a terminar de pensarlo, porque ahí escuché por primera vez el ladrido y gruñido. "Ah, bueno, es 4D este espectáculo." Y lo era.

Mis dedos del pie, a juzgar por el sonido, eran parte de su cena ahora. "Ufa, están a full estas imaginaciones. Debo estar semi dormido semi soñando."

Dolía. Bastante. Y empecé a sentir también el fluido caliente colorado saliendo de ahí, posiblemente manchando el colchón o la sábana. "Bueno, si fuera real tendría un motivo para cambiarlas", pensé, y me reí.

Y ahí es cuando cae el árbol.

Al lado mío, se cae un pino de 30 metros de altura. Y no hace ruido.
Ni un decibel.

¿Cómo sé que cayó? Por los pájaros que volando me golpearon en la cara justo después de que las ramas me rasparan todo.
Pero ya estaba durmiendo, así que no era nada tan terrible.

Es una buena idea ignorar todo lo que pasa y concentrarse en nada, para relajarse y poder dormirse mejor.


Funcionó bien, porque después de eso me desperté en el hospital, con la pierna enyesada, el muslo morado, y miraba a mi alrededor un poco confundido mientras me explicaban que me habían extraído varios insectos del tracto auditivo, y que no debería tirarme en el medio del bosque durante la noche así nomás, que me iban a ayudar, etc.

No entendí bien por qué me decían eso, capaz me hablaban de una peli, o me dijeron "vos qué" y yo entendí "bosque", en fin.

No sé qué habrán hecho con las sábanas, espero que las hayan lavado porque si voy a dormir de nuevo ahí me va a picar un poquito la piel.

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