Tal como lo indica el título, este texto describirá lo que fue realizar esta odisea mauriciana, también conocida como una real y verdadera Mauritian Odyssey. Cómo fue posible, qué cosas intervinieron, y por qué siquiera existió.
Digamos que podría considerarse la cosa más bizarra que haya hecho en mi vida. Más insólita, más disparadora de preguntas, más absurdamente increíble e inexplicable. No fue la más difícil. No fue la más anhelada. Pero existió y fue realmente algo imposible de entender, incluso para mí.
El lector puede o no estar familiarizado con el autor de este antro, pero vamos a ejercitar la humildad suponiendo que no lo está. En cuyo caso, me presento tal vez por primera vez en toda la saga de Las Preguntas de Guido: soy Guido. Hago varias cosas en mi vida y una de ellas es girar juguetes de plástico colorido hasta que todas sus caras se pintan del mismo color mágicamente.
Este elemento está presente en mi vida hace mucho, demasiado tiempo. Es comprobable observando las entradas más antiguas de este recinto; los artículos y explicaciones que ahora solo se pueden conseguir en Las Ruinas, con data prehistórica en cada uno de sus casos. Sin ir más lejos, cerca de tres cuartos de la vida (hasta acá) de quien le escribe transcurrieron teniendo este ítem como algo recurrente, relevante, y hasta condicionante.
Durante muchos años fue una mera distracción esporádica, una diversión de las tardes genéricas que se atravesaban en esos tiernos años. Eventualmente, se convirtió en un deporte, aunque todavía practicado de forma recreativa y social, llenando huecos aún inexplorados. En cierto punto, las circunstancias de la vida hicieron que esto se transformara en una cosa mucho más interesante, y con resultados mucho más contundentes: frustraciones, alegrías, desencuentros, sorpresas. Todo con una intensidad inusitada, como quien siente sabores nuevos por primera vez, quien pierde un dolor crónico finalmente, quien consigue algo que nunca supo que deseaba tanto.
Esta etapa fue indudablemente aquella que más marcaría la historia de este personaje, que lo llevaría a ser inexplicablemente reconocido por personas que uno jamás esperaría hubieran escuchado siquiera la existencia de cosas relacionadas a uno mismo. ¿Cómo es que me conoce alguien en India a quien nunca le hablé? ¿Por qué el máximo exponente mundial de algo me saluda cuando me cruza por el salón del campeonato? En la misma línea, durante todo este tiempo, interrogantes de otra índole también surgían. ¿Cómo es posible que nadie haya hecho un resultado mejor que este? ¿Realmente soy la mejor persona haciendo esto en mi país? ¿En mi continente? ¿En el mundo?
La exploración fue total, y asimismo lo fueron las crisis de todo tipo, suscitándose una tras otra conforme se empujaban los límites y derribaban las barreras hacia fronteras absolutamente cubiertas de múltiples niveles de desconocimiento.
Eventualmente conseguí logros personales, nacionales, continentales, hasta internacionales y mundiales. Todo en un lúdico entorno controlado, escapando de la vida real, pero a la vez derramando su ficción dentro de la misma, conformando este amalgama con el cual tantas personas que practican esto tienen familiaridad.
Es natural, y tenebroso, pensar y notar que esto no es simplemente un espectáculo que uno puede presenciar y disfrutar para luego retirarse a cenar la ansiada pizza de Banchero™, sino que está siendo tu vida misma y esta avanza a pasos agigantados; incontrolablemente rápido.
En cierto punto, la distancia para con tus pares se comienza a notar. Ya no sos capaz de hacer las mismas cosas que pudiste hacer "toda tu vida". Estás disfrutando de esta curiosa paradoja, en la cual "toda tu vida" es siempre un pequeño porcentaje de lo que en realidad lo terminará siendo, pero para cuando llegue ese momento ya no podrás medirlo. "Toda tu vida" fue en realidad una simple y breve etapa de algo mucho más grande que lo que jamás puedas llegar a dimensionar, porque siempre estará delante tuyo.
Dejando eso de lado, sí son comparables las diapositivas o el time-lapse que estás practicando: observando los mismos elementos con un año, dos años, tres años, cuatro años de diferencia uno es capaz de trazar el recorrido de los mismos. Qué gracioso el momento en el cual tus cubos son más viejos que tus compañeros. O en el cual notás que te ganan personas que no habían nacido cuando vos ya tenías podios. Y de estas, vendrán cientas más, muchas que aún al día de hoy no somos capaces de ver.
La ironía del Barba es total, y así como esta actividad es capaz de hacerte sentir cosas que la mayoría de las personas nunca llega a experimentar en toda una vida, también es capaz de hacerte sentir cosas normales pero de forma extremadamente precoz. Por ejemplo, podrías sentirte un anciano redondeando su longeva vida tan solo a la edad de 23.
Dadas ciertas condiciones, existen varios caminos a tomar. Algunos implican distancia, otros implican cercanía. También existen los tercos que optan por no cambiar nada, pero esto rara vez conduce a buenos puertos. En mi caso, viendo venir esta tormenta decidí comenzar a preparar el refugio para guarecerme cuando fuera necesario.
Dejar de practicar y competir, y comenzar a replicar todos estos años que tanto habían formulado mi vida como la conocía y me habían convertido en quien era hasta ese momento. Conseguir la potestad de poder transmitir estas vivencias, o de generar las condiciones para que la mayor cantidad de personas las pudieran forjar. Tal vez impulsado por mera inercia transformada, tal vez por aquel papel póstumo que sigo viendo en mi habitación, o tal vez por no saber hacer otra cosa mejor. Lo cierto es que es.
Qué mejor oportunidad para poner en juego las herramientas adquiridas hasta ese momento; para ver si realmente todo lo aprendido podría servir para algo. Para cambiar la realidad; las cosas con las que no estábamos conformes. Literalmente multiplicar lo recibido y emitirlo hacia adelante.
Fue así como nuevamente la logarítmica paradoja de la longitud de lo vivido apareció, y fue posible ver que "toda la historia" de "toda la vida" se había visto reducida a tan solo un pequeño porcentaje de todo lo que estaría entonces por venir. Experiencias y vivencias equivalentes a 20 o 30 años de lo anterior estaban sucediendo en tan solo 2 o 3. Algunas de ellas, llevadas a lugares absolutamente inimaginables y, más bien diría, considerados imposibles.
¿Quién se hubiera imaginado que de no ser posible tomarse un barco de hora y media, o de preferir no tomar un colectivo por pocos cientos de kilómetros, se podría pasar a visitar una antípoda para realizar la misma cosa? ¿Cómo es posible que incluso lo que antes parecía distante y difícil pasara a parecer poca cosa, trivialidades? ¿Se está achicando el mundo o estamos siendo demasiado grandes? ¿Qué pasa cuando nuestros tamaños ya no sean compatibles?
En el camino hacia ese futuro es que eventualmente sucedió que gran parte ya había sido visitado y era más fácil ver lo restante que conformarse con lo ya conocido. En esta ocasión, tomaba el nombre de África.
Curiosamente también estas travesías nos hacen pasar por películas antiguas reproduciéndose en nuestro cine privado, algunas las cuales ya habíamos olvidado pero recordamos que por alguna razón estaban ahí, en el catálogo, y nos era tan entretenido verlas. ¿Te acordás de todo eso? Se está haciendo realidad sin que te des cuenta.
Una cosa que estaba frecuentemente en cartelera era esa idea de que existen lugares en el mundo con pasaporte propio, idioma propio, gobierno propio, leyes propias, remotamente aislados de todo lo demás y aún así considerado normalidad para un puñado de personas. Algunos incluso con un especialmente destacado sello postal. Gran diferencia y por lo tanto gran interés para un habitante de uno de los países más grandes del mundo, en el cual se pueden recorrer horas y horas, días y días por tierra sin salir del mismo. ¿Cómo puede ser que existan algunos que ni siquiera se pueden ver en el planisferio a simple vista?
La vida hizo posible visitar este puntito en el agua llamado Mauricio. Es aconsejable realizar una búsqueda a modo de analizar lo inconmensurable de su aislamiento, y ponderar la existencia de lugares como este. Lindas playas, lindas montañas, interesante historia, frustrante existencia para la mayoría de sus habitantes.
Como la vida había venido estando condicionada todo este tiempo por el mismo juguete de colores, el mismo poliedro rotativo, esto no iba a ser la excepción. ¿Hay torneos en Mauricio siquiera?
Toca averiguar, y buscar en lo más sencillo: los registros de la WCA.
Ahí se podían ver cuatro torneos: 2018, 2019, 2020, y 2023. Un gran hueco entre los últimos dos, que a priori parecía generado por la nefasta pandemia y, en parte tuvo la culpa.
El último de ellos se titulaba "Back in Mauritius", es decir "de regreso en Mauricio", y había sido organizado y oficializado por un colega con ahora buenos recuerdos en común, Rayan Parmar de la República de Kenia.
Fue fácil también buscar los Delegados de esos torneos; es decir, los responsables de hacer oficial al campeonato. Los primeros habían sido hechos por el francés Philippe Viroleau (posteriormente me enteré de la existencia de su esposa mauriciana, razón por la cual viajaba frecuentemente a la isla). En algún momento se veía el nombre de Milind Bhoyroo, y luego después del 2020: silencio absoluto hasta que Rayan realizó su pequeño torneo en el hall de su hotel durante sus vacaciones en el 2023, con tan solo 10 personas. Inexistente, comparado con los torneos de 30 y más personas que habían existido antes.
Extraño. No era un recorrido habitual para una comunidad. Algo había pasado pero no me quedaba claro qué. ¿Había perdido el interés una comunidad entera por la pandemia? ¿Qué pasó?
Busco los reportes de la WCA (privados, los puedo ver producto de mi rol en la organización). No se hablaba de nada especialmente llamativo. Busco al Delegado mauriciano Milind. Veo que en su perfil no tiene más el rol de "Delegado" asignado.
Lo razonable era ponerse en contacto con esa persona. El Delegado no solo oficializa los campeonatos, sino que además representa a la comunidad de una región. En este caso, era la persona indicada para contactar. Gracias nuevamente a mi rol en la WCA, tengo acceso a los correos de todas las personas, incluyendo el suyo por supuesto.
Muy a mi sorpresa, la dirección que aparecía listada era todavía la oficial de la World Cube Association. Sin embargo, él ya no era Delegado. ¿Cómo es esto?
Hasta el mejor de mi conocimiento, la cuenta oficial de la WCA se revoca a todos los miembros que dejen de tener un rol en la organización, como había sido el caso de este muchacho. ¿Por qué no había sido este el caso?
Las preguntas estaban siendo muchas y esto estaba volviéndose entre interesante y preocupante.
Fue entonces cuando decidí ponerme en contacto con Rayan Parmar por primera vez, quien muy amablemente dejó su número de WhatsApp en la página oficial de su campeonato; originalmente para conectar con los cuberos, pero en esta ocasión sirviendo un propósito radicalmente distinto.
Rayan había armado un grupo de WhatsApp llamado "Cubing Mauritius" con las escasas personas que había podido reunir en el hasta entonces más reciente torneo de speedcubing en ese país. Inactivo, con poca interacción, y lo sé porque tuvo la gentileza de agregarme al mismo.
Conversando, intento conocer un poco más sobre Mauricio. Sobre su Delegado, sobre su equipamiento, sobre cómo contactar a las personas de la comunidad más allá de sus 10 soldados.
Y fue ahí cuando me enteré de la cosa más triste que me hizo llevar esto hasta los niveles donde fue llevado:
Milind Bhoyroo había fallecido en el 2021 a los 21 años de edad.
Esto me dejó sin palabras. Me estremeció. Me inundó con tristeza por alguien que jamás había conocido ni podría conocer, pero que sin dudas sabía que había sido muy afin a mí y había pasado por mucho de lo que yo había pasado también. Alguien que tenía las mismas intenciones e ideas que yo para con su comunidad local, alguien que quería llevar las cosas un paso más adelante. Nunca podré tener una buena charla con él, pero no dudo que habría sido muy valiosa y entretenida.
La comunidad de Mauricio no solo había sido azotada por la pandemia como todos los países del mundo, sino que había quedado acéfala y sin quien pudiera darle continuidad a esta actividad en la isla. Con lo difícil que es conseguir un Delegado, aún más en un lugar de tan difícil acceso como Mauricio, me resultaba simplemente imposible de creer que la persona elegida para tomar este rol hubiera literalmente pasado de la Tierra a las memorias.
No pude estar en paz con la idea de pensar que todo el trabajo que había realizado esta persona para hacer florecer algo que lo apasionaba, de repente y junto consigo se había ido hacia otros lugares que desconocemos, hacia donde todo lo que va, nunca retorna.
Inevitablemente, me puse en su lugar y me imaginé esas circunstancias. El horror fue tan calamitoso que lo que inicialmente comenzó siendo una intención curiosa de ver si sería posible competir en la isla o conectar con la comunidad local, terminó siendo una búsqueda irrefrenable de regresar el speedcubing a Mauricio; de favorecer de cualquier forma posible a las condiciones para que esto de ninguna forma quedara en el olvido o pasara a ser una pieza de museo, sino que volviera a estar vigente como legado vivo de una persona que lo había dado, muy literalmente, todo de sí.
Comencé a investigar. ¿Qué personas estaban dispuestas a unirse? ¿Qué categorías harían? ¿Dónde hacemos el torneo? ¿Quién me puede ayudar? Mauricio queda a aproximadamente 11000 kilómetros, o séase 11 millones de metros de distancia de mi casa, con una diferencia horaria de 7 horas hacia adelante, y con idiomas diferentes a los que se hablan en mi país y mi continente entero.
Por fortuna, soy una persona determinada y con suficiente experiencia organizando este tipo de eventos. Lo había hecho a la distancia en varias ocasiones, simplemente coordinando por WhatsApp, pero nunca tan lejos. Una lección aprendida es que el mundo se ha vuelto más pequeño definitivamente, y organizar algo así a 300km de casa o 11000km no es realmente tan distinto.
Empecé a elaborar una lista de posibles salones, relevando todo tipo de "quién sabe" en la isla: escuelas, universidades, hoteles, shoppings, salones de eventos, etc. Logré contabilizar cerca de una decena, y a todos envié el mismo email modelo, que adjunto traducido al español y con ligeras modificaciones:
A quien corresponda,
Mi nombre es Guido y soy Delegado de la World Cube Association de Argentina.
La WCA es la asociación mundial sin fines de lucro que regula las competencias de Speedcubing, que es el deporte de resolver cubos de Rubik rápidamente.
Quisiera saber si sería posible alquilar un espacio en sus instalaciones para realizar dicha competencia los días 28/Sep o 29/Sep del corriente año.
Los requisitos son:
- Luz blanca brillante
- Espacio suficiente para 30 a 40 personas
- 50 sillas y 4 mesas grandes
- Conexión WiFi
- Cualquier tipo de bloqueo visual para ocultar una mesa de la vista del público (pancarta, pared, pizarra blanca, etc.)
- Acceso público
Por favor, indíqueme si dispone de una sala de este tipo en sus instalaciones y, en tal caso, cuál sería el coste de utilizarla durante aproximadamente medio día en una de esas dos fechas.
Muchas gracias por su tiempo.
Un cordial saludo,
Guido
Este comunicado genérico circuló por la casilla de múltiples gerentes, empleados, bandejas de "spam", y qué no. Algunos lo leyeron. Algunos lo respondieron. Algunos lo ignoraron. Algunos nunca supieron de su existencia.
Eventualmente, durante el transcurso de múltiples semanas, algunos de estos salones contestaron. Sin embargo, todos tenían algo que los hacía inviables: eran excesivamente caros, tenían fechas que no funcionaban, requerían cosas que no podía cumplir. Incluso el salón que estaba por confirmarse, el Lycée des Mascareignes (escuela de Milind, donde ya se habían realizado campeonatos), sorprendentemente de un día para el otro pasó de ser gratis a ser bastante caro.
Estaba quedándome sin alternativas. Estaba viendo factible que este torneo no pueda suceder.
Hasta que sucedió lo imposible.
La terminal de Victoria, Port Louis, me ofreció una respuesta increíblemente positiva por parte de su ejecutivo Evans Chavreemootoo. No solo ofrecían el salón por un precio muy accesible, sino que además me ofrecían comunicación y difusión de primera en toda la isla. Además, mostraban una dosis muy grande de proactividad y de compromiso e interés con la actividad.
Esto fue un oasis en el desierto, pero no por eso dejó de ser una odisea.
Hubo muchas cosas para resolver que fueron realmente complicadas: el pago del salón mediante transferencia bancaria a un banco en Mauricio, el alquiler de los divisores para separar al público de la competencia, los cuantiosos documentos legales que me pedían (algunos no tenían sentido para el caso), y las incontables idas y vueltas en todos los aspectos que intervienen en la organización de un campeonato.
Pero todo se iba sorteando.
Día tras día, por el transcurso de dos meses, Evans Chavreemootoo me enviaría mensajes o bien con una pregunta, o bien con una respuesta. Por otro lado, Evans podría contarle a sus amigos o en su blog que Guido de Argentina haría la misma cosa.
Eventualmente, algunos mensajes comenzaron a ser meramente informativos: había salido una nota en un periódico local sobre el campeonato. Se había anotado un participante extranjero. Había salido otra nota en la radio más grande del país. Y no dejaban de llegar.
Debo decir que originalmente, me conformaba con un torneo de un tamaño un poco más grande que el de Rayan, pero no apuntaba a tanto. Una veintena de personas era un tamaño razonable y con el que hubiera estado más que conforme. Pero...
Cuarenta y seis. 46.
Ese fue el número de inscriptos finales, aunque algunos de ellos no vinieron y terminamos teniendo tan solo cuarenta y un participantes. ¡¿Tan solo?!
Después de tomar cinco vuelos pasando por Buenos Aires, San Pablo, Adís Abeba, Ciudad del Cabo, Johannesburgo, y finalmente el aeropuerto de Sir Seewoosagur Ramgoolam en la Isla Mauricio, recorriendo más de 22000 kilómetros en el aire en más de 25 horas de vuelo e infinitas horas de escalas y esperas en aeropuertos, estaba ahí.
Después de cruzar la isla entera a mi departamento, estaba ahí.
Después de visitar la empresa musulmana de eventos Fujiland que me alquilaría los separadores, estaba ahí. (Dicho sea de paso, experiencia muy interesante y divertida esa última. Preguntame si me ves en persona así te cuento un poco más).
Después de visitar Port Louis, haberme metido en zonas muy multitudinarias y presumiblemente peligrosas, de haber intentado ser estafado por una mauriciana local, estaba ahí.
Después de caminar 2 kilómetros hasta el templo hinduista Kailassam, por las zonas más picantes de la capital mauriciana, yo con mi carita de blanco ingenuo, aún así, estaba ahí.
Estaba ahí y estaba por suceder el torneo más grande de la historia de la República de Mauricio.
Estaba ahí y el día anterior la WCA me comunica que este torneo sería reconocido como el primer Campeonato Nacional de Mauricio.
Mi alegría rebosaba. Me quería ir a dormir para descansar y despertarme temprano para el torneo, pero no podía. No podía concebir lo que estaba pasando, que estuviera yo en ese lugar tan aleatoriamente desvinculado a mi historia, a mi cultura, a mí, pero aún así estando súbitamente y de la nada unido de una forma muy estrecha, realizando lo que siempre había hecho, "toda la vida", solo que en, literalmente, un mundo distinto esta vez.
Estaba en la República de Mauricio, a medio planeta de distancia, por ser anfitrión de las primeras Nacionales de speedcubing de este país insular africano en el medio del Océano Índico, a un millar de kilómetros de la cosa este de Madagascar. Yo, Guido, el argentino que en algún momento tímidamente tuvo ganas de ver cómo sería competir en un torneo de girar plástico rápido. El que en algún momento había sido incapaz de hablar con la gente, de comunicarse bien, de enfrentar las demás cosas de la vida.
Y así fue como al día siguiente, a las 7 y poco de la mañana ya estaba en el patio de comidas de la Victoria Urban Terminal en Port Louis esperando a Jason para empezar a colocar las mesas. A sus compañeros para que me ayudaran a separar mi espacio. A Evans para dar los ajustes finales. A Guido para preparar todo; ah, no, ese soy yo. A los competidores para retirar su kit: un lapiz de Messi, un alfajor Cachafaz, una tarjeta firmada por Leandro Martín López, un sticker de la Agrupación de Speedcubing Argentina, un sticker del logo implícito de "Cubing Mauritius", un sticker de dino.
Abonando en efectivo las 350 rupias mauricianas que valía la cuota de inscripción, generando una pila desorganizada y terrible de dinero en la mesa conforme los cuarenta participantes fueron pasando y pagando, que alcanzó a ser literalmente equivalente a un salario mínimo isleño.
El torneo fluyó. Primero, con dificultad. Luego, con normalidad. Y, en cierto punto, incluso estaba funcionando solo. Yo me encontraba hablando con Arti Ram, la gerente de la inmensa terminal, cuando presencié que el scrambler, los runners, los jueces, y competidores estaban funcionando y llevando a cabo el torneo de forma independiente. Literalmente, estaban haciendo ellos el torneo.
Imagino que Milind hubiera amado ver esto suceder. Imagino que Milind, si la historia hubiera sido distinta y hubiera decidido diferentes cosas sobre su propio destino, podría haber estado compartiendo ese momento conmigo allí. Sin embargo el destino de los eventos nos llevó hasta esta realidad, en la que no podemos hacer más que contemplar el trabajo en conjunto que efectivamente realizamos junto con él; en esta colaboración inusual entre personas que nunca se conocieron, pero no necesitaron hacerlo para traer a la vida cosas increíbles.
El torneo finalizó con cuatro nuevos récords nacionales mauricianos, y siete nuevos campeones nacionales mauricianos. Debo decir, varios de ellos con un nivel sorprendentemente bueno.
La premiación narrada en francés por David Onsiong como traducción de mi inglés galardonó a los nuevos laureados y, bandera de Mauricio mediante, varias decenas de fotos fueron tomadas por Ashwinee Rajkoomar para su posterior difusión en los medios locales.
Mauricio se convirtió en el sexto país africano en tener su Campeonato Nacional, de un total de once países que tuvieron cualquier tipo de torneo en ese continente, de un total de cincuenta y cuatro países. Todo porque un loco en Argentina un día tuvo ganas de conocer el África, todo porque un loco en Mauricio un día tuvo ganas de hacerse Delegado. Y luego, la vida misma.