Esta historia parece increíble, parece narrar algo imposible o que no tiene sentido. Pero sin embargo, aquí está narrándolo.
Debo a la conjunción de mi mal sentido de la orientación y de mi curiosidad el descubrimiento del barrio Nueva Caledonia. Habiendo habitado esta ciudad por tantos años, y habiendo leído tantos libros sobre sus curiosidades, es aún al día de hoy que no logro comprender cómo este lugar no es conocido por nadie. Ningún programa de televisión, documental, libro o informe hay que hable de su existencia. Mi abuelo, conocedor de la ciudad de punta a punta, jamás había escuchado hablar de este lugar, y mucho menos lo había visitado él mismo. Tampoco lo conocía ningún taxista, ningún repartidor de pedidos, y nadie conocía ni siquiera a alguna persona que tuviera un amigo o pariente viviendo ahí.
Sucedió así. Un día, en vacaciones de verano, me apeteció salir a dar una vuelta porque no tenía nada más que hacer, y además, porque finalmente dejaba de hacer tanto calor. En Buenos Aires, los días de verano en los que se puede respirar y el aire no se asemeja a una masa babosa flotante son un lujo y hay que aprovecharlos. Y así lo hice.
Simplemente empecé a caminar sin ningún rumbo, por varias horas. Me gustaba mucho ver cómo cambiaba el paisaje de la ciudad a medida que cambiaba de barrios, y a veces me sorprendía de lo diferente que lucían las intersecciones de las calles a pocas cuadras, o a veces a sólo unos metros de distancia. El bullicio de la avenida Rivadavia desaparecía por completo sólo a una cuadra cuando llegábamos a Yerbal, y de la misma manera se podía pasar de la desolación completa a una multitud inquieta con tan sólo caminar por la única cuadra de extensión de la calle Florencio Balcarce.
Ya no supe cuánto tiempo hacía que estaba caminando, pero al mirar el reloj pude confirmar que hacía ya tres horas que me encontraba vagando sin rumbo, y decidí que era hora de emprender la vuelta.
No conocía bien la zona en la que me había metido; más o menos recordaba el camino que había hecho para llegar hasta ahí, pero hubo un momento en el que me perdí casi por completo y decidí dejarme llevar por las arterias de mi ciudad, y consultar con mi celular en el caso de que no tuviera ni la más mínima idea de dónde me encontraba.
A veces me gustaba intentar volver para el lado que más me sugiriera mi intuición, si bien no conocía para nada ese barrio. Había caminado realmente mucho, y quizás podría estar por la zona de Villa Urquiza, o Parque Chas. No era Parque Chas porque ese barrio es muy fácil de identificar: es el más hermoso de toda la ciudad.
Pero estaba cerca de esa zona, yo estimaba. Quizás un poco más hacia el oeste, y quizás estaba más cerca de Versalles que lo que yo creía. A decir verdad, no tenía más que una muy vaga intuición de mi posición. No había ninguna avenida para consultar; estaba bien metido en un barrio, alejado de toda zona de comercios o de tránsito. No pasaban colectivos, autos, ni caminaba nadie. En ese momento me llamó mucho la atención lo poco que conocía a mi propia ciudad. "Buenos Aires es inmensa... A veces creo que la conozco bien, y sólo tengo que caminar un rato para darme cuenta de que existen lugares a los que nunca había ido, jamás."
Las calles no tenían nombres, o mejor dicho, no estaban indicados con carteles. Se trataba de esas zonas en las que la gente no los necesita, porque conoce cada esquina de memoria, y que no merecía el suficiente tránsito foráneo como para que el Gobierno de la Ciudad invirtiera en su cartelería.
Me llamó poderosamente la atención la extensión de ese barrio. Había caminado ya un buen rato y no me había cruzado con ninguna avenida; todas eran calles o pasajes anónimos. (Para mí, anónimos. Algún nombre habían de tener). Sólo unas pocas tenían algún viejo cartel oxidado indicando el nombre: "Pasaje la Tertulia", "De las Indicaciones", "Narciso Ibáñez Menta". Eran todos nombres que nunca en mi vida había oído. "¿Así que hay una calle que se llama 'Aceituna'? Esto es de lo más increíble".
Y en ese momento fue cuando vi una cosa.
Era... Extraño de describir.
Había un pasaje que, vaya uno a saber por qué, me llamó mucho más la atención que todos los otros. Era una callecita angosta sin salida, sin nombre, sin autos estacionados y sin nada. Ya hacía rato que no me cruzaba ni un alma, nadie en absoluto en ese barrio, pero entrar en este pasajecito daba la impresión de que incluso hubiera menos gente.
Sin darme cuenta ya estaba caminando por esa calle. Me encantaría referirme a ella por su nombre, pero no lo sé. No había ningún cartel, y en el momento estaba tan cautivado por el lugar que no se me ocurrió fijarme en el celular. A estas alturas ya es imposible saberlo. Mi recorrido de ese día fue eliminado por accidente por Google pocos días después de mi aventura.
Así que, estaba maravillado por esa calle. Era pequeña, cálida, acogedora, y muy misteriosa. Pero eso no fue nada.
Mirando mejor, pude divisar al final de la misma una pequeña puerta. No estaba en el paredón que era el final del pasaje, sino en una de las caras laterales.
Se trataba de una puerta de rejas muy bajita, y que no tenía ningún candado o pestillo. Sólo tenía una manija y, antes de querer hacerlo, ya la había abierto y estaba del otro lado.
La puerta separaba el pasaje por el que venía de un pasillo aún más angosto. No parecía una residencia privada. Estaba al aire libre. Era un pasillo con baldosas cuadradas pequeñas, y muy largo.
Tengo que decir que en ese momento pensé en el Cementerio de la Recoleta. El piso de ahí era prácticamente idéntico al de este pasillo: tenía las mismas baldosas y de un color casi igual, y los espacios entre los mausoleos del cementerio que formaban estrechos corredores solitarios se parecían muchísimo a este recóndito lugar.
Y lo que vi después, se parecía incluso más.
El pasillo era lo que parecía ser la arteria principal del barrio Nueva Caledonia (cuyo nombre pude conocer gracias a una chapa extremadamente anciana, oxidada, y abandonada que estaba colocada en una pared). Después de caminar casi una cuadra por esta, ¿calle?, llegué a donde comenzaban las otras.
El corredor angosto tenía el nombre de "Avenida Principal", y de forma perpendicular a él salían las otras calles del mismo ancho que llevaban un número por su nombre.
No me pregunten hasta cuál número llega, porque tuve que irme de ahí antes de que se hiciera de noche, y sólo llegué hasta la calle veintisiete.
El barrio Nueva Caledonia estaba deshabitado. No había nadie que viviera ahí, y daba la impresión de que estaba así hace mucho, mucho tiempo. Las calles numeradas eran algunas muy angostas, y sólo se podía caminar por ellas con cuidado porque a veces no había espacio para pisar con los dos pies a la vez. Algunas otras eran un poco más anchas y se podía caminar bien, si bien no pasé por ninguna en la que no pudiera tocar las casas de cada lado de la calle con los dos brazos a la vez. Mejor dicho, la parte de atrás de las casas de un lado. Déjenme explicar.
En cada una de estas calles numeradas había dos lados: las puertas, que consistía en muchísimas casitas pequeñas y antiquísimas con sus puertas, timbres, y ventanas sucias, puestas una al lado de la otra, y "del lado de enfrente", estaban las partes traseras de las casas de la calle siguiente. Era como si hubieran puesto muchas casas en fila, y hubieran puesto muchas de estas filas una al lado de la otra, dejando un espacio de un metro o menos entre cada hilera.
Cada unos veinte metros, caminando desde la Avenida Principal, en la dirección de alguna de las calles perpendiculares, aparecía otro corredor, que yo llamé mentalmente "Avenida Secundaria", "Avenida Terciaria", y "Avenida Cuaternaria". En total sólo estaban estas tres adicionales en esa dirección. En el lugar en donde debería estar la cuarta, terminaba cada calle en una pared mohosa.
No sé cuántas casas había en total en el barrio. Pude contar al menos diez por cada "cuadra" de veinte metros, así que en total en las cuatro cuadras de cada calle numerada habría cerca de cuarenta. Esto daba un número muy grande de viviendas minúsculas en total contando las muchísimas calles numeradas que había. Como dije, llegué hasta la 27, pero había al menos otro tanto.
Las casas eran muy angostas, no más de dos metros de ancho, todas de sólo planta baja, y se podía ver que eran de una construcción muy rudimentaria y extremadamente antigua. Yo estimé la edad de algunas en más de doscientos años. Quizás tenían más de trescientos. No tenía idea que hubiera material edilicio tan antiguo en mi ciudad.
Creo que es innecesario aclarar que en ningún momento me crucé con nadie, por supuesto, y todas las casas y veredas que vi estaban cien por ciento abandonadas hace muchísimos años. No había alumbrado público, no había ningún cartel, y tampoco había basura o algún papel en el suelo o nada que diera un indicio de que en algún momento alguna persona hubiera estado ahí. El objeto más moderno que ví debe haber sido un timbre eléctrico muy básico que ya no funcionaba.
Cuando el cielo se empezó a poner oscuro, decidí dejar el lugar y a la vuelta preguntarle a mis conocidos al respecto. Esperaba obtener alguna respuesta del estilo "sí, Nueva Caledonia era un club muy antiguo que tenía viviendas internas pero...", o "sí, conozco el lugar, antes estaba habitado pero se cerró hace cien años"... Pero en lugar de eso, como ya conté, nadie, absolutamente nadie, tenía el más mínimo conocimiento de este lugar.
Quise volver muchas veces, pero nunca pude localizar el lugar. Cuando estaba volviendo, en un momento aparecí en Liniers y me di cuenta de que había estado con la mente en blanco durante todo el trayecto desde el barrio en el que estaba hasta esa estación. Me sentí frustrado, porque no podía recordar para nada las calles por las que acababa de venir. Al fijarme en el mapa más tarde, ya en casa, pude ver que la recepción era muy mala en la zona por la que había estado, así que el recorrido era sólo una aproximación y a veces pegaba saltos muy grandes que no tenían sentido (por ejemplo, me indicaba como que había caminado en línea recta siguiendo una diagonal que no existía, atravesando varias manzanas...) Reporté el error a Google, pensando que podría ayudarlos a mejorar de alguna manera, pero en lugar de esto ellos decidieron eliminar por completo este registro de mi cuenta y jamás lo pude recuperar.
Sé que está cerca de la zona por la que yo intuía, a grandes rasgos (Parque Chas y Liniers están a una gran distancia el uno del otro, pero todas las zonas que mencioné se encuentran en la zona, digamos, "oeste" de la Ciudad de Buenos Aires). Es una aproximación muy burda, lo sé, y casi que no sirve de nada, pero es lo mejor que pude conseguir con los datos que tengo.
No sé si se trata de un predio privado que fue semi público y quedó en abandono, o si se trata de un asentamiento improvisado que data de los orígenes de Buenos Aires y que nunca llegó a quedar registrado en ningún lado, o qué demonios será.
Si algún lector sabe o puede conseguir algo de información respecto del barrio Nueva Caledonia, lo apreciaré mucho.
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