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miércoles, 6 de mayo de 2020

1000 horas, y 10 días. Ah, y 3 horas

Había pasado un ratito desde la última vez que había pisado el extranjero. El extranjero de mi casa. No había salido de los metros cuadrados de la ciudad en los que habitaba por 1240 horas, aproximadamente.
Era la hora de la cena.
Ya había lunecido.
Y faltaba comprar pan; más precisamente, pan árabe.
¿Quién compró todo este tiempo? Bueno, otras personas que residen conmigo. ¿Y esta vez? Bueno, una cocinaba, otra estaba entrenando, y... entre las opciones restantes, fui seleccionado, por primera vez.
Antes de salir, computé el tiempo transcurrido desde mi última salida: 15 de marzo a las 22 horas, y pude ver que se trataba de 1243 horas. El número era copado, de cierta forma, así que estuve conforme y eso fue un primer paso para salir. (Quién querría salir a las, no sé, 1239 horas, ¿no? Es un número horrible. Sin embargo, 1243 es un número piola. En ese año se fundó Brno, por ejemplo. Y además, son 10 días pasadas las 1000 horas. Bueno, y un poquito más, pero ni siquiera sé si el 15 de marzo llegué a casa a las 22 o a las 19. Así que es un error aceptable.)

Así que busqué... las... ¿zapatillas? Uf, ya ni me acordaba cómo salir a la calle. Creo que... me tenía que poner calzado, y podría sacarme la ropa de entrecasa por primera vez en casi dos meses. Meh, mejor me pongo otra de entrecasa para seguir con esa racha.

Agarré las llaves, que tenía a mano porque allí las dejé el último día que salí (lavadas y todo), el celular para pagar mediante Mercado Pago (¡el supermercado chino acepta ese medio!), y ya estaba listo para salir.

¡No! El barbijo. Faltaba eso. Yo tenía el mío por ahí, así que lo tomé y ahora sí estaba con todo para salir al espacio exterior.

- ¿Estás listo?
- Sí. Puedo hacerlo.
- Mucha suerte.

Con todo listo, crucé el umbral.
Y ya me encontraba afuera. Había imaginado que el exterior sería un poco más silencioso, más inhóspito. Pero al salir de la escotilla, otro ser con barbijo y perro estaba justo ahí. No nos miramos, y simplemente di los pasos que hicieron falta.
Miré hacia la izquierda, y pude ver ambulancias, así como un... ¿colectivo? pasando a lo lejos.
"Colectivo... Esas cosas eran como una habitación grande pero que no estaba quieta, sino que se movía y te podía llevar a cualquier lado. Incluso algunos desaparecían en plena vista. Ya me había olvidado de esos, mirá vos."
Crucé el antiguo perfluye que separaba mi fracción ciudadana de la de enfrente, y ya estaba a una línea recta del chino.
"Qué loco... Todos estos edificios, todas estas criaturas, la noche... Esto existe mientras yo no lo veo. O eso parece, digo, sigue acá aunque yo ya me había olvidado."
Ver las veredas (es como el pasto pero más duro), ver *EL CIELO* (es como el techo de mi casa, pero celeste y muy alto), y caminar por más de 2 metros seguidos... Se sintió raro.
La sensación se parece a la de volver a un lugar muy lejano después de no visitarlo por mucho tiempo, y notar las cosas que cambiaron y las que no, mezclado con la sensación de haber estado, quizás, en un coma, o algo así. Porque el lugar lejano estaba literalmente afuera de mi casa. Y yo vivo ahí.
(Nunca estuve en un coma pero supongo que debe ser un poco similar (módulo otras afecciones).)

En los, aproximadamente, cien metros que me tocó transitar, quizás flotando en el espacio, quizás caminando, no me crucé con nadie, pero vi a unos seres conversando del otro lado. Todos con su barbijo, tapabocas, cubrerrostro, vestimenta facial: la prenda de moda.

Y llegué al nuevo país. Estaba en el Chino.
La cajera de siempre, con su disfraz de faz, y una pared transparente de papel film que separaba su cachito de su cachiton't. Los seres, formando una hilera, espaciados regularmente según indicaban unas cintas pegadas en el piso. Guido, haciendo sinapsis, buscando el pan árabe.

"Es extraño. La última vez que salí, la gente se daba la mano y se tocaba. Ahora todos están a un metro de distancia y rechazan las miradas, como si se pudieran contagiar de algo mediante los rayos de luz..."

Un colectivo pasó por lo que llamaban "calle", y se vio desde la puerta del chino. No solían pasar por ahí. De hecho, no lo hacían nunca a menos que la ruta habitual estuviera cortada por obras o algo así.
"¿Qué obras pueden estar sucediendo ahora? Obras de teatro seguro que no, al menos no con público. Obras sanitarias o de reparación, no creo. Además, ya es de noche. ¿Será...? No sé."
No tengo idea. Bueno, mi turno de pagarle. La cajera tomó el producto que yo deposité por debajo de su artefacto separador, en la abertura especialmente diseñada para ello, y me dijo "85 pesos". No tengo idea si eso es caro, si es barato, o si los conceptos de caro y barato se diluyeron de la misma forma que el concepto de los días lo hizo. Podría pensar que es un dólar y pico, o que es menos de un dólar, según qué cotización tome en cuenta. De las miles que hay. Podría pensar que nada es caro si lo puedo pagar. O podría pensar que el chino maldito me está estafando, ¿cómo va a salir 85 pesos un pan? En fin. No es pan cualquiera. Es pan árabe. Pan uqbarniano, en una de esas.

Ya era hora de dejar este nuevo continente. Tomé mi producto comprado, mi pancito, y me fui.
"Había muchas personas en el súper... ¿No había una orden de aislamiento? Por eso es que estuve tanto tiempo en casa. ¿O no estuve tanto tiempo en casa, sino que me olvidé todo y yo creo que no salí hace mucho pero sí lo hice, ayer? Lo dudo... Pero es una posibilidad, andá a saber."

Y ya estaba en la ruta de regreso.
Deshice mi camino para llegar al punto desde el cual había partido, pero me topé con la cosa más singular:
Una criatura (de esas que habitan en el perfluye y sus fracciones adyacentes, y van a comprar al chino y charlan en la puerta de los edificio) tenía una máscara que cubría toda su cara, símil a las que usaba la gente cuando antes se hacían cosas, y soldaban, por ejemplo. Pero esta era más barata, parecía hecha con un pedazo de una botella de gaseosa o algo así.
Cruzaba, de un lado al otro, y se metía entre los autos. No sé qué agarraba, porque parecía que algo agarraba de los tachos de basura (¿basura?) o de los cordones.
En un momento, decidí cruzar para llegar al lado de mi casa, y la señora salió de quién sabe dónde. Creo que estaba abajo de una baldosa.
Me mira, piensa un rato, y espeta:
"Perdón."
Y sale corriendo. Desapareció acto seguido. No pude evitar pensar, "debe ser pariente de ella". La del piano, esa.

Así que, no salgo por dos meses, y cambia casi por completo la forma de actuar de la sociedad en la que estoy inmerso. Sí, "sociedad" es una palabra. Cambia el recorrido de una línea de colectivo (existen todavía!!), cambian los horarios de todo el mundo, cambia mi percepción de salir a la calle al punto que pareció casi una aventura (duró no más de 5 minutos), y cambio caaambio dólar euro real, caaasa de cambio. Cambia la moda también. Bastante.

Y bueno.
Entré a casa.
Tenía el pan.
Y un barbijo puesto (contra mis expectativas, no me molestó en lo más mínimo tenerlo puesto, y hasta me agradó).

Ya me estaba olvidando cómo era el exterior. Cuando dejé todo y me vine a mi habitación de nuevo pensé que me lo había imaginado todo. No sentía haber estado afuera.
Y mientras escribo esto, mis vecinos aplauden. ¿Cómo saben que estoy escribiendo? Son muy gentiles en reconocerme de esta manera. Muchas gracias, seres de moradas colindantes.

Así que sí, llevaba 1 segundo sin salir de casa. ¡Hurra!

1 comentario:

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